MUJERES

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 Admiro a las mujeres. Completa y rendidamente.

Si me decidiera a hacer una lista de las personas a las que he conocido a lo largo de mi vida y ordenarlas en función del respeto y la admiración que siento por ellas, no me cabe duda de que las diez primeras serían mujeres. Mujeres valientes, inteligentes y fuertes a las que he visto y veo luchar contra el destino, la sociedad y sobre todo, contra la estupidez de los hombres. Me cuesta imaginar las razones por las que nos soportan, la verdad. Bregan cada día con la mitad bruta de la especie humana a la que pertenezco, y aún así no pierden la paciencia y nos permiten creer que estamos a su altura. Eso es algo que no deja de asombrarme cada día que trato con alguna mujer que, comprensiva, admite y tolera mis limitaciones.

Seguro que en este momento, alguno de ustedes estará pensando en alguna prima lejana suya que es más tonta que un zapato. Por supuesto, la estupidez no es exclusiva de los hombres, pero admitámoslo: es mucho más habitual y sobre todo, más evidente. Los hombres no solo somos más tontos, si no que además tendemos a exhibir nuestra falta de sesera propinándonos golpes en el pecho y elevando la voz para que no quede ninguna duda al respecto. Nuestra genética y educación masculina nos empujan a tratar de imponernos al prójimo sin importarnos en el fondo tener o no razón. Desde pequeños, la mayoría de los hombres hemos aprendido que las diferencias se solucionan con el enfrentamiento, gritando más alto o pegando más fuerte. Somos gorilas con corbata; aparentemente más o menos razonables, pero en el fondo tan primitivos y  primarios como lo éramos cuando vivíamos en cavernas.

Las mujeres en cambio, siempre han sido las físicamente débiles y atadas emocionalmente a su prole de un modo que los hombres no somos capaces de comprender. Algo que desde la prehistoria las ha convertido en rehenes de zopencos con garrote y bíceps, pero que a cambio, las ha llevado a desarrollar unas habilidades e inteligencia de la que los hombres carecemos, y que al cabo son lo que diferencian realmente al ser humano de los animales. Aunque lo triste del asunto es que la mayoría de los hombres aún no se han dado cuenta de ello, y muchos jamás lo harán.

El problema, es que la inseguridad, ignorancia y miedo (casi sinónimos los tres) de los pichacentristas que han marcado el paso de la sociedad desde hace miles de años, les han llevado a relegar a la mitad sensata de la humanidad a la condición de ciudadanos de segunda. Algo que, a día de hoy y en lugares en los que supuestamente la mujer tiene los mismos derechos que los hombres, increíblemente sigue sucediendo.

En la España del siglo XXI las mujeres siguen siendo acosadas, agredidas y asesinadas por amantes o esposos imbéciles que las creen de su propiedad y con derecho sobre ellas, como si se tratara de vacas o cafeteras. Cuando se casan, en demasiadas ocasiones acaban convertidas en cocineras, señoras de la limpieza y cuidadoras de niños a tiempo completo y sin retribución ni reconocimiento alguno. Se pierden muchas veces en las sombras de su propia casa, atadas a una rutina que las aparta del arte, el trabajo, la enseñanza o la política, con lo que ello supone de pérdida para el conjunto de la sociedad, que así, queda en manos de los gorilas con corbata a los que antes mencionaba. Y claro, así nos va.

El meollo del asunto tiene su origen en la educación recibida y lo que hemos visto en casa cuando éramos pequeños, y que sin darnos cuenta muchas veces nos lleva a convertirnos a los hombres en estúpidos dictadorzuelos, y a las mujeres en sumisas actrices secundarias en su propia vida. El miedo a la soledad, a la pobreza o la presión social, por desgracia empujan a muchas mujeres a unirse a hombres que están muy por debajo de ellas en todos los aspectos, y a no divorciarse cuando descubren la pobre y machista realidad de su pareja.

Para lograr que las cosas cambien hará falta tiempo. Mucho tiempo, aprendizaje y buen ejemplo por parte de todos. En casa, en la calle, en el trabajo, en la escuela… Los hombres debemos entender que tener los genitales por fuera no nos otorga ningún derecho terrenal o divino sobre las mujeres, y muchas mujeres han de dar un paso adelante y no dejarse engatusar por la fuerza de la costumbre, haciendo a un lado a aquellos que les entorpecen el camino o ponen palos a sus ruedas.

Sois vosotras, las mujeres, las que debéis pelear por vuestra libertad y vuestros derechos. No cedáis ante los padres que os discriminan por el hecho de ser mujer. No consintáis que vuestros jefes infravaloren vuestro trabajo por no llevar pantalones.  No permitáis jamás, que vuestra pareja os alce la voz o la mano, bajo ningún concepto o situación imaginable. No creáis en dioses ni sacerdotes que predican que vosotras sois inferiores y debéis obediencia. No votéis a partidos políticos que ideológicamente menosprecian a la mujer y recortan su libertad sexual y reproductora.

Por favor, seguid luchando y no os rindáis nunca.

Porque, mis admiradas mujeres, si lo hacéis estamos todos perdidos.

FERNANDO GAMBOA

2 comentarios en “MUJERES

  1. En casi todo de acuerdo con tu artículo,pero es verdad tambien que somos las mujeres las que en la mayoría de los casos,hemos educado a esa » mitad bruta » como vos la llamas .
    Yo creo que si están a la altura ,y que tal vez esa unión tan fuerte a la prole , ese privilegio de llevar los hijos en el vientre ha determinado muchas veces las diferencias y la fortaleza de la mujer frente a las debilidades masculinas,al menos fue mi experiencia de vida …
    Me encantó igual tu admiración , la agradezco .

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