Cómo robar el Sol

Acabo de leer una noticia en El País, y me estoy mordiendo los nudillos de rabia por no salir a la calle y emprenderla a puñetazos con el primer miembro del gobierno que me cruce.
La noticia en cuestión es tan surrealista, incomprensible y absurda, que solo podría haber tenido lugar en este país de pandereta, gobernada por unos sinvergüenzas sin escrúpulos que carecen de inteligencia hasta para ser unos buenos corruptos.
Lo que he leído, es que el gobierno de Rajoy y sus sicarios va a promover un decreto para limitar la generación casera de energía eléctrica. Es decir, que si usted ha decidido comprar unas placas fotovoltaicas e instalarlas en el techo de su casa, con el fin de ahorrarse una parte del recibo de la luz, y quién sabe si en el futuro vender la electricidad que genere y no llegue a consumir, ya se lo puede ir quitando de la cabeza. A partir de ahora, le cobrarán un injustificable impuesto del veintisiete por ciento, con el único fin de amedrentar a todos aquellos que desean generar energía barata y limpia, para que las compañías eléctricas sigan disfrutando de ingentes beneficios a costa de cobrarnos la tarifa eléctrica más cara de Europa. Sí, lo han leído bien. Usted paga más por la electricidad aquí en España, que un alemán en Alemania, por poner un ejemplo ¿Y por qué? Muy sencillo. Porque al parecer, las compañías eléctricas españolas son el plan de jubilación para los expresidentes españoles una vez dejan el cargo. Tanto Felipe González como Aznar son consejeros de Gas Natural Fenosa, y Endesa respectivamente, y Rajoy lo será de Iberdrola de aquí a unos años, todos ellos con sueldos multimillonarios ¿Eso qué le sugiere? En realidad, la lógica es muy sencilla. Durante sus mandatos, los presidentes (pasados y presentes) de este país se preocupan por los intereses de las eléctricas, porque sus beneficios se incrementen y nadie pueda romper el monopolio que ejercen con el beneplácito de quienes deberían evitarlo. Su futuro empleo depende de ello, y ya se sabe lo que preocupa a nuestros políticos la generación de empleo. Su empleo, para ser exactos.
En este país donde Buñuel perdería el juicio, los indignos idiotas que ocupan el gobierno han decidido que, para salir de la crisis, entre otras inteligentes medidas como subir los impuestos y estrangular a los ciudadanos, se ha de evitar que podamos generar energía limpia y barata por nosotros mismos para “una evolución gradual del autoconsumo que no atente contra el conjunto del sistema eléctrico”. Lo que traducido de la neolengua del PP, significa dar media vuelta en el camino que nos debería llevar hacia un futuro de energía limpia y barata, y marchar en dirección contraria a la que va el resto de naciones del mundo, donde se incentiva a la generación de electricidad por parte de los particulares como forma de crear riqueza y reducir los costos energéticos del país.
Sin ir más lejos, hace pocos meses regresé de Australia, un país rico en el que la crisis económica es un rumor lejano que les llega desde la vieja Europa, y en el que los ciudadanos no tienen problemas para pagar una factura eléctrica adecuada a sus bolsillos. Pues bien, en ese país, el gobierno no solo estimula a los ciudadanos a que instalen placas fotovoltaicas en sus tejados para producir electricidad para consumo propio, sino que, además, les financian la instalación de dichos sistemas de generación eléctrica, conscientes de que se trata de una inversión de futuro y ni mucho menos un gasto. Pero es que, además y no satisfechos con ello, el gobierno australiano obliga también a las compañías eléctricas a comprar a estos ciudadanos la energía que produzcan y no consuman, y son muchísimos los australianos que, a principio de mes, en lugar de recibir una factura por lo que han tenido que pagar a la compañía eléctrica por consumir energía, encuentran en su buzón un recibo con lo que la compañía eléctrica les ha pagado por comprarles la electricidad sobrante que produjeron y volcaron en la red eléctrica general.
Así funcionan las cosas en un país civilizado y sensato, donde los ciudadanos son lo primero. Mientras aquí, por desgracia, la oligarquía de banqueros y grandes empresarios ha dado un silencioso golpe de estado por medio de una reducida casta políticos idiotas y corruptos hasta le médula. En todos los ámbitos de gobierno donde estos tienen la capacidad de medrar, robar, y beneficiar a aquellos que han financiado su llegada al poder, los gobernantes que nos han tocado en desgracia, miserables e ineptos aun por encima de la media de los muy miserables y muy ineptos que han campeado por España en los últimos cinco siglos, arrasan como una plaga de langosta allá donde son capaces de meter la mano. Están desmantelando este país desde sus cimientos, escondidos tras sus sonrojantes mentiras y sus televisiones de plasma, impúdicos, como solo lo había visto hacer a gobiernos bananeros en los tiempos en que viví en Centroamérica. Con el agravante, de que se nos supone un mayor nivel cultural y capacidad de crítica que a nuestros primos, y a los políticos un mínimo de decencia y honestidad. Pero no. Somos exactamente iguales. O peor, porque no tenemos excusa posible.
Los que tenemos cierta conciencia de todo el mal que se está haciendo no disponemos de herramientas para detener a estos imbéciles malvados, mientras que por desgracia, una gran mayoría silenciosa y (siento decirlo así) espantosamente ignorante, dormita frente a la televisión esperando a que empiece la etapa de hoy del Tour de Francia, mientras mira de reojo el inmisericorde sol de finales de julio y reza para que el mes que viene tenga dinero suficiente para pagar la factura de la luz y no le corten el aire acondicionado. Ese aire acondicionado que un australiano, un holandés o un alemán, pueden estar disfrutando gratis porque su gobierno ha decidido no robarle.
¿Se imaginan lo que sería vivir en un lugar así?

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